Tan valorada como es la habilidad del liderazgo, solemos olvidar que la habilidad comunicativa de la escucha forma parte del mismo.
Con información de Agenda WEF
Por el contrario, solemos pensar que todo líder debe ser un orador, sino brillante, empático y motivador.
Es cierto: debe serlo. Pero aquí la palabra clave es “empático” y, para lograr esto, es necesario no sólo oír sino – más importante – prestar atención.
No necesariamente va a ser grato. En algunos casos tampoco será entretenido. Pero el buen escucha suele, inclusive, oír más de lo que le están diciendo y escuchar algunas ideas de sus empleados, aunque sean locas o equivocadas, pueden “sacarnos de la caja” y ayudarnos a tener una nueva perspectiva.
Esas contribuciones permitirán que más de sus colaboradores se abran a usted y, se seguro, alguna idea buena debe aparecer.
¿Lo más importante? El saber escuchar permite al otro sentirse atendido, apreciado y correspondido en sus inquietudes (aunque usted no apoye sus opiniones) lo cual es fundamental para construir relaciones comprometidas y de largo aliento.
El peso del fundador
Otro factor fundamental por lo que debería cultivar la escucha activa y empático es porque le permite verificar cuánto de lo que dice es captado REALMENTE por sus colaboradores, especialmente si no son los más cercanos.
Problemas “insólitos” y errores que estallan de repente puede ser consecuencia de que nadie lo está entendiendo y (peor) nadie se atreve a decírselo
Esa es una ruta corta al fracaso que todo fundador debe evitar, aunque represente comerse (algo de) su orgullo.
Así que si quiere construir una cultura de compromiso, innovación y colaboración quizás deba fijar mensualmente una breve revisión de las tareas.
Esta práctica no sólo podría evitarle “sorpresas” desagradables debido a incomprensiones sino que, además, lo posicionará como un líder estimado por acoger sugerencias. Seguramente lo respetarán más. Y eso es el principio de la lealtad.
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