El éxito de cualquier compañía depende en gran medida del trabajo de sus empleados, y retener este talento es uno de los grandes retos de las pequeñas y medianas empresas hoy en día, sobre todo cuando los recursos disponibles son escasos.
Seamos claros, durante los primeros meses de un proyecto, no hay dinero para muchas cosas, entre ellas, para contratar. No se busca a un programador, sino a “el programador”. Ni tampoco se busca a alguien que nos lleve las redes sociales, sino a ese genio en marketing digital venido de las filas de alguna importante agencia. Y no es que no haya dinero, sino que el dinero que vale traer a “los cracks” se ve acrecentado por estar en un mercado global.
Y aunque es un denominador común que los fundadores de una startup no cobren y tengan el mayor porcentaje de la empresa por su idea de negocio y por asumir el riesgo inicial, los trabajadores necesitan motivaciones salariales que impulsen su trabajo. Pero hay alternativas de compensación a los trabajadores, sobre todo para los elementos clave que interesa vincular a la empresa rápidamente para tratar de hacerla crecer lo antes posible.
¿Cómo hacerlo? Pensemos en pagar con participaciones, es decir, compensar el salario de un trabajador con un determinado número de participaciones de la empresa, o lo que es lo mismo, convertir a un trabajador en socio. Esta fórmula suele realizarse desde mediados de los 70 y permite que los empleados tengan opciones de compra de acciones por debajo del precio de mercado.
Repartir porcentaje equivale a perder o, mejor digámoslo positivamente, compartir el control de una compañía con alguien más. Hacerlo por falta de liquidez no es una trivialidad y debe tenerse conocimiento de causa.
Las startups suelen disponer de entre un 10 y 20 de sus participaciones como moneda de cambio. Estos porcentajes pueden convertirse en importantes sumas de dinero si la empresa llega a los ‘cuernos de la luna’.
